viernes, 18 de junio de 2010

LA ESTAMPIDA DE BÚFALOS

Estaba allí, en la orilla del asfalto,
esperando algún camión pasar.
Desierto árido de fuego y esperma,
cuando aquella chica me arrojó del coche en marcha.
Desnudo como un frágil recién nacido,
la cabeza ensangrentada,
hinchados los ojos del llanto nocturno y frío.
Una columna de humo, montaña abajo,
y el chirriar de las ruedas de un viejo Dodge
me cambiaron el ánimo.
Invadí la calzada,
pero el gran hijo de puta pasó de largo,
con su bigote grasiento y los labios aburridos.
Ví la estela azulada alejarse despacio
y en el horizonte, montaña abajo,
la estampida de búfalos como una apisonadora.
Estúpido.
Sólo tenías que haberte detenido al pasar a mi lado.

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