sábado, 14 de noviembre de 2009

La pequeña Ma

[Aquí os dejo un fragmento de la novela que estoy escribiendo, en realidad es una historia dentro de la historia, pero al menos sirve de guía para hacerse una idea del tono que trato de darle a la narración]

Emma, la pequeña Ma, de cara pecosa y grandes ojos verdes se enamoró de Paul en el momento justo en que éste abrió la puerta de la tienda de relojes. El Señor James sabía exactamente lo que iba a pasar y le dijo a su pequeña Ma que bajara al sótano a por unas cajas, pero ella se resistió a abandonar su puesto detrás del mostrador. Paul se acercó y le entregó un pequeño reloj de bolsillo que había pertenecido a su padre y que había sufrido un breve percance en un río africano. Pocas horas después, Paul pasó a recoger a Emma y los dos almorzaron en un restaurante cercano, donde Ma había llevado a sus múltiples intentos de pareja durante los últimos años. El camarero, un hombre de calvicie avanzada, se acercó a la mesa, <¿Lo mismo de siempre, Emma?> preguntó. Ella asintió. <¿Y usted, caballero?>, intervino la pequeña Ma. Y éste fue el mejor de sus intentos. Todos los martes de las siguientes diez semanas almorzaron allí, lo mismo de siempre, un exquisito rissotto, una pechuga a la plancha con exceso de pimienta, jarras y jarras de cerveza y una mousse de limón. Después abandonaban el restaurante entre risas y daban un paseo por la orilla del río hasta el diminuto café 'Toulouse', donde la Señora Larcenet servía un café con chocolate y unos croissants de chapó. El martes de la décima semana los labios de Ma y de Paul se tocaron, el miércoles fundieron sus cuerpos, el jueves fueron hasta la relojería del padre de Emma y le dijeron al viejo que se ibn a vivir juntos, el viernes hubo una cena de celebración a lo grande, en la terraza del ático de Paul, con los pocos amigos, la escasa familia y el vecino de abajo, un chef que tenía alucinado a Paul y que siempre era el rey de sus fiestas. Así de rápido se desarrollaban siempre los acontecimientos en la vida de Ma. Y por una vez, pensó que ya estaba todo hecho, que no habría más locuras en su vida y que por fin había encontrado al hombre adecuado. Y, probablemente, Paul lo fuera, pero las cosas no pintaron tan bien como parecía.
Paul se lanzó a la aventura de recorrer el mapa terráqueo, de cabo a rabo, como periodista de una importante revista de viajes. Esa locura que habitaba la mente del irlandés terminó con el aguante de Emma, que se largo después de explicarle a su compañero las lógicas razones que le llevaban al exilio. Un exilio que en pocos días terminó con las energías de Paul. Nada pudo hacer para que ella volviera, Emma no había tomado la decisión precipitadamente, la soledad prolongada le hizo dar el paso. Paul nunca pensó que sus ausencias tuvieran ese efecto en la pequeña Ma, ella nunca accedió a viajar con él, siempre alegaba que no debía interceder en su trabajo, nunca le dejó ver el lado amargo; así era Emma, yla despedida fue tan rápida como su llegada. Paul oscureció, si es que ese adjetivo puede darse a una persona.