martes, 15 de noviembre de 2011

TABÚES

Vienen de todas partes,
caen por su propio peso,
me rodean,
me tienen hasta los huevos,
insulto gratuito.
Tiro la primera piedra,
canta el gallo con su canto galaico
y los versos tienen aroma de fragilidad;
como las flechas que lanzan Carol y Lucinda,
esas que rompen cristales de vaho.
Siempre digo:
sobran sociedades actuales fumigadas por el artificio;
tú me tomas por loco,
y a pesar de todo sigo leyendo tus diarios.
Importa poco si lloras o lames los cuchillos,
aquí el cielo no es negro ahora y después azul,
ni todo es rojo en tus labios hechizados.
Tienes el carisma de los ganadores,
pero poco importa cuando la velocidad aumenta,
y tu pelo pierde el contacto con tu cuello,
y tus manos se topan con la resistencia de mi cuerpo.
Poco importa y nada queda de la cerveza fría en la nevera.
Poco importa y todo sobra.
Son tus tabúes los que frenan el rodaje de los días.
Son los dardos impasibles.
Siempre espero.

domingo, 13 de noviembre de 2011

LÍNEA 10

Fue en la boca del metro,
tú fumabas y mirabas la gente pasar,
y pasaba mucha gente.
Me senté a tu lado,
disimulé, mal, como siempre.
Me preguntaste la hora.
Era medianoche.
No recuerdo los detalles,
pasamos las horas deambulando.
Tu sonrisa desvelaba sorpresa,
mis dedos deseaban tocarte.
Llegó la hora de los dementes:
ruido, sirenas y cuerpos;
sólo cuerpos moviéndose
por las calles desiertas.
Nosotros no,
no éramos sólo dos cuerpos.
Éramos dos viajeros,
dos extraños al margen de la extrañeza
de conocerse sin más,
dos extraños que se buscan,
dos locos, quizá,
aburridos de un sino cansino,
tan sutilmente avocado al desastre.
La música bullía
desde algún sótano cercano,
un ritmo suave, tibio, luminoso.
Dijiste:
–Sabes...
me gustaba tocar el xilófono.
Abría los ojos,
miraba la luna llena,
y en la noche golpeaba
las láminas de madera,
verde, azul, rojo, naranja y amarillo.
–A mí me gustan las palabras–,
te dije.
Y ahora soy incapaz
de sacarlas de mi estómago.