Las manos lacadas,
velocidad y luz,
temperamento y sonrisas olvidadas.
Acciona el gatillo:
se imprime el deseo del ojo cautivo;
Ángel González sigue siendo tuyo,
tanto como mías son las derrotas.
Las hojas caen,
los libros están mojados por el frío,
el tráfico es como un corazón que late despacio.
enmarcaba los tres últimos versos
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