miércoles, 30 de septiembre de 2009

BARCELONA

Barcelona es un latido intrépido, te arrastra con su vida llena de cuerpos: dulces, salados, oscuros, nómadas, pelirrojos. Las bicicletas reflejan la cara más europea, pero en los barrios todo es mestizaje. He coexistido en las grandes avenidas con el humo de los taxis, pero también con el rumor de los álamos, con el caldo del penedés, con las letras cultivadas en tinta, con las viejas canciones olvidadas, el temblor bajo los pies. Y aunque me marcho, irremediablemente, sigo persiguiendo los signos de Gaudí, el hierro forjado, la ciudad más contemporánea, aquella que es roja o azul, de bombillas transparentes, escaparates como obras de arte o el paladar colmado de esencias. Me faltaron las noches en Gracia, las tascas del barrio gótico, pero disfruté de la luz, esa que añoro con lentitud.

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